ET y yo

martes, 24 de enero de 2017

El "milagro económico" de Islandia o el bienestar social como centro de la política económica


Islandia es un país al Noroeste de Europa que además de su alta actividad volcánica y hermosas cascadas, destaca a nivel mundial por ser uno de los pocos países que han optado por mantener un modelo económico diferente al que domina en la mayoría de los países pertenecientes a la Organización de las Naciones Unidas.

Los islandeses eligieron desde hace ya una década desplazar al crecimiento económico como el centro y objetivo de su organización social para colocar en su lugar al bienestar de sus integrantes, desafiando los riesgos que los economistas neoliberales advierten. 

¿Qué significa colocar al bienestar social en el centro de la economía?


Mientras que en los modelos económicos ordinarios las causas de la pobreza y la desigualdad son entendidas como un problema patológico (una enfermedad) individual, en Islandia dichos fenómenos se conciben como padecimientos sociales, resultado "natural" de la sistema económico capitalista. La principal función de Estado, desde esta perspectiva, es inhibir los defectos del capitalismo haciéndolo más justo y más rentable en el mediano y largo plazo.

El Estado islandés invierte casi la mitad de sus ingresos (43%) en ofrecer a todo habitante de su territorio un sistema de seguridad social y una educación suficiente para contar con un nivel de vida alto sin importar su puesto laboral, de tal modo que los estándares de de bienestar de la población menos favorecida son los mismos o muy similares a los reportados por los más ricos.

Islandia pondera la calidad de vida de la población antes que el negocio o el crecimiento económico. Muestra de ello es como distribuyen los beneficios de sus recursos naturales, como el agua termal emanada de sus volcanes, que se distribuye de forma gratuita en todos los hogares y la energía eléctrica producida con ese mismo recurso les cuesta casi nada (se paga sólo el mantenimiento).

Los habitantes de Islandia disponen de un seguro de enfermedad que cubre desde el tratamiento médico dispensado por un médico general hasta una hospitalización en el extranjero; en caso de desempleo, reciben un prestación que hasta 2012 era de al menos mil 600 euros mensuales.  La educación es garantizada para toda la población incluso en la universidad.

Todo eso es posible gracias a su sistema tributario en el cual el Estado redistribuye la riqueza a través del cobro de impuestos. Los impuestos que paga un habitante de aquella isla son diferenciados según el ingreso: mientras más ganas, más impuestos pagas. En su mayoría los ciudadanos de Islandia no tienen problemas con pagar entre el 30% y el 45% de sus ingresos en salarios pues el retorno es evidente.

La economía islandés está blindada por una fuerte política proteccionista. Se da prioridad al consumo de los productos nacionales, garantizando que todos los productores, principalmente los de alimentos, podrán tendrán un mercado interno para que sean comprados. El dinero que las familias islandeses gastan en los restaurantes, supermercados y cinemas se queda en la isla para beneficio sólo de ellos (caso muy diferente al nuestro, donde las grandes multinacionales vienen a vendernos sus mercancías y se llevan sus ganancias a sus países de origen).


¿A quién se le ocurrió todo esto?


Es importante aclarar que una economía enfocada en el bienestar social no es de autoría islandés. El origen de este modelo nos remonta a la Gran Depresión, la crisis que en 1929 vino a desmentir las premisas de los economistas clásicos para clamar el libre mercado.

Mientras en el siglo XIX se afirmaba que el libre mercado era un sistema de intercambios perfecto, donde todos tienen los medios para ofrecer bienes y servicios (el trabajo ahí incluido) y todas las mercancías encuentran un producto en el mercado, en el siglo XX se exhibió la desigualdad en la distribución del ingreso ocasionada por la desregulación de los mercados y el riesgo de una sublevación social por las injusticias.

 El desarrollo industrial en las principales economías del mundo, registrado de 1900 a 1929, generó una superproducción de mercancías, es decir se produjeron más mercancías (de todo tipo) que los clientes disponibles para ellas. Los mercados no sólo se saturaron (“ya les vendí a todos”) sino que se contrajeron (“me compran menos que el año pasado”), reduciendo también las ganancias de los empresarios.

Los empresarios reaccionaron disminuyendo los costos de producción, principalmente la inversión en mano de obra para así mantener sus márgenes de ganancia. Despidos masivos, aumentos desmedido de las jornadas de trabajo, reducciones salariales fue el repertorio de medidas para contener la crisis impactando severamente en los ingresos reales de los trabajadores.

John M. Keynes y otros autores previos a él advirtieron a los gobiernos del mundo (o a los europeos, al menos) que estas medidas, lejos de disolver la crisis la intensificaba al añadir la inconformidad de los trabajadores la cual ya había demostrado ser capaz de concretarse en una reorganización nueva del mundo con el advenimiento de la Unión Soviética; la república de Bismarck fue la primera en ofrecer un paquete de beneficios sociales a los trabajadores formales.

Resulta que la riqueza no depende solamente del desempeño individual; al contrario, para acumular dinero uno necesite que las demás personas puedan y quieran darme el suyo. Al reducir el ingreso de los trabajadores, los empresarios no hacen sino reducir su propio mercado: si los trabajadores no tienen dinero no compraran o comprarán lo básico.

De esta manera, académicos y gobernantes decidieron proteger el bienestar de los obreros para garantizar el desarrollo económico. Los Estados de muchos países decidieron atender el pleno empleo y generar un sistema de prestaciones que les permitía, si bien no ganar más, tener menos necesidades básicas que atender de forma individual.

Este fue el modelo adoptado por Islandia llevándolo al extremo, pues mientras Keynes y la mayoría de gobiernos europeos proponía el gasto público solo en los trabajadores, la república escandinava fue más allá y se abocó a la tarea de garantizar niveles altos de bienestar social a toda la población sin importar su posición laboral “desde la cuna hasta la muerte”.

¿Funciona mejor que el modelo propuesto por los organismos internacionales?


Actualmente, desobedece a las recomendaciones hechas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) e incluso la Unión Europea (UE) de reducir la intervención del Estado en la economía. Estas instituciones insisten en que un alto gasto social (como el realizado por Islandia) genera un alto endeudamiento público, inhibe la competencia  y el crecimiento económico de las empresas.

Sin embargo, Islandia desmiente dichas afirmaciones, pues su Producto Interno Bruto (PIB) mantiene una tendencia a la alza 2001, a excepción del periodo 2007-2009, su PIB de 21 mil millones a 12 mil millones de dólares. Curiosamente, en este lapso de tiempo el gobierno anterior decidió seguir a sus aliados regionales en la aplicación de las políticas de austeridad, reduciendo el gasto público y privatizando empresas paraestatales.

Contra lo afirmado por los organismos internacionales, el gobierno de Islandia no sólo no se ha endeudado más sino que ha podido aumentar los pagos de la misma, sin afectar el gasto social o el bienestar de su habitantes. El desempleo en la isla era, en 2014, del 4% y para el primer ministro seguía siendo alto. En México lograremos ver esto cuando sea el mismo pueblo quien ocupe los curules políticos, cuando volvamos a ser los rectores de nuestro destino.

Si estás pensando en mudarte allá mejor sólo ve de vacaciones, aprende y regresa a cambiar nuestro país. Y para que te motives te dejo este video











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